sábado, 9 de julio de 2016

Hombres de hierro en tierra de hierro.- 1951

Hombres de hierro en tierra de hierro.- 1951

   Desde los primeros siglos de nuestra era se viene utilizando el mineral para la fabricación de hierro en Vizcaya. Comenzó esta fabricación arrancando el mineral y transportándolo a las ferrerías emplazadas en los montes junto a los bosques, por las ventajas de un carboneo fácil para la alimentación de los rudimentarios hornos en que se fundía el mineral, como lo atestiguan los montones de escoria que aun se ven en las montañas de Somorrostro, Durango, Marquina, Berriz y otros lugares de la provincia. La operación, no muy complicada, era lenta; el mineral, desmenuzado en pequeños trozos, se mezclaba con arcilla y cal, para hacer una bola que se colocaba en el horno, rodeada de carbón vegetal, fundiéndose en pequeñas masas que hábilmente batidas sirvieron para forjar las primeras piezas precursoras de la poderosa siderurgia vizcaína. Todos los trabajos se realizan a mano, lo mismo el soplado que el maceado o batido.


   Más tarde, las ferrerías se situaron en los valles junto a los ríos, buscando la corriente de agua para suplir por fuerza natural el trabajo del hombre, viviendo así largos años, hasta que los progresos industriales del siglo XIX convirtieron el penoso arañar en el filón de la mina en técnica explotación a cielo abierto, y el trabajoso acarreo del mineral en poderosos medios de transporte, surgiendo así la moderna industria minero-siderúrgica.

Interior de la antigua ferrería de Lebario, en Abadiano (Vizcaya), desaparecida en el año 1927.
   Las ferrerías situadas en los montes se llamaban “agarrolas”, y las movidas por agua “cearrolas”, palabras eúscaras que pueden traducirse en el sentido de la fábrica en sito seco y fábrica en sito de agua.

   Existieron dos clases de ferrerías: las “mayores” y las “menores”, con misión propia cada una. En las primeras se fundía la masa mineral utilizando el carbón vegetal con el impulso del aire que daban los fuelles o barquines a través de una tobera.

   Las masas de hierro que se fabricaban eran de doce a dieciséis arrobas, y con cada una se hacían cuatro tochos de una vara de largo cada uno.

    Estos tochos pasaban a las ferrerías “menores” o “tiraderas”, en donde adelgazaban y convertían en barras, herrajes, arados, etc. Para el forjado se servían de un martillo de seis a ocho quintales, que golpeaba sobre un yunque metido en tierra. 

   Vizcaya fue aumentando sus ferrerías, que pasaron de 80, a principio del siglo XVI, a 109 mayores y 70 menores, en el siglo XVII, con una producción de 7.500 toneladas al año, no obstante la sensible decadencia que experimentó España en este periodo. El objeto principal de sus actividades eran los útiles para la agricultura, las anclas, cadenas, clavazón y herrajes para la obra naval, tan potente en la costa vasca, y la fabricación de armas blancas templadas por los ferrones de Tavira – hoy Durango -, en aguas del Ibaizabal.

   El hierro de Vizcaya fue muy conocido y apreciado allende los mares. En las mazmorras de la Torre de Londres se exhiben los hierros que sirvieron de prisión y de tortura, nominándolos “hierros de Bilbao”. Shakespeare, alude en dos de sus famosas obras o trabajos de hierro de Bilbao, llamando, en Hamlet, “bilboes” a los grilletes empleados para los marineros que se amotinaban a bordo de los barcos  y en The Merry Wives of Windsor, “bilbos” a las espadas labradas con hierros de Bilbao.

Ferrería de Poval, en Somorrostro (Vizcaya).
   Una de las ferrerías de Vizcaya que más importancia tuvo en el siglo XVII fue la de Lebario, sita en Abadiano, y que hasta 1927 estuvo en buen estado de conservación, siendo destruida en aquella fecha para construir en su lugar una central hidroeléctrica. La del Poval, en Somorrostro, se ha conservado admirablemente hasta época reciente.

   Siempre se trabajó con gran entusiasmo en esta región por el fomento y desarrollo de la industria del hierro. La Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, trató de asuntos siderúrgicos en una junta celebrada en Bilbao, en 1772. Después de dar cuenta uno de los socios de sus visitas a las fábricas de Suecia, Austria y otros países, la Comisión de Ferrones propuso se hicieran nuevos estudios para mejorar la calidad de los productos, así como su abaratamiento, ofreciendo premios a los ferrones o particulares que con sus nuevos procedimientos o maquinaria consiguieran resultados prácticos en ese sentido.

   El primer horno alto levantado en Vizcaya se instaló en Bolueta, por la Sociedad “Santa Ana de Bolueta”, en el año 1848. Unos años más tarde, en 1854, se instaló otro horno alto en la fábrica “Nuestra Señora del Carmen”, en Baracaldo, por los señores Ibarra Hermanos, y la tradición cuenta que el encendido de este horno se hizo con fuego que se llevó de la ferrería el Poval, en Somorrostro, que a la sazón pertenecía también a los señores Ibarra.  

   La fábrica de “Nuestra Señora del Carmen” obtuvo la Medalla de Oro en la Exposición Universal de París en 1855, por la calidad extremadamente dulce de sus hierros. Esta fábrica y “La Vizcaya”, que se montó en Sestao en 1882, constituyeron la base de la formación, en 1902, de la Sociedad “Altos Hornos de Vizcaya”.

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   Existieron también en aquella época fábricas de hierro en Astepe (Amorebieta), Miravalles, Usánsolo y Santa Agueda.

   Don Federico Echevarria, en el año 1876, fue el iniciador de una fundición que, en desarrollo y progreso continuos, dio lugar a la constitución, en 1920, de la “Sociedad Anónima Echevarria”, con sus tres fábricas en Recalde, Santa Agueda y Castrejana, En 1892 se funda la “Compañía Anónima Basconia”, para fabricar hojalata en su fábrica de Basauri, Dos Caminos, instalando posteriormente hornos de acero y trenes de laminación. Y en 1902 se crea la “Sociedad Altos Hornos de Vizcaya” S.A., por la fusión de “Altos Hornos y Fábrica de Hierro y Acero de Bilbao”, “Sociedad Metalúrgica y Construcciones de Vizcaya” y la “Compañía Anónima Iberia”.

   Así nació y creció, fundamentalmente en las antiguas ferrerías, la actual industria siderúrgica vizcaína, que representa aproximadamente, en el total de la producción nacional, del 60 al 70 por 100, en la de lingote de hierro, y del 50 al 60 por 100 en la de acero.

   Cuando mayor incremento adquirió la siderurgia en Vizcaya, así como en el resto de España, fue en el periodo comprendido entre 1923 y 1929. Durante esta época se modernizaron y ampliaron las industrias siderúrgicas. En 1924 se puso en marcha una nueva instalación en Sagunto (Valencia), para utilizar los minerales de Sierra Menera de las provincias de Teruel y Guadalajara.

    Levantada por la “Compañía Siderúrgica del Mediterráneo” con capital vizcaíno, pasó más tarde a ser propiedad de “Altos Hornos de Vizcaya”, S.A.

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   Toda clase de respeto y admiración merecen aquellos antiguos ferrones de Vizcaya, que con su laboriosidad llegaron a conseguir la fabricación de un hierro que hizo famoso en todo el mundo el nombre de España, y es justo que en esta ocasión les rindamos un emocionado recuerdo, como asimismo a tantos y tantos ilustres vizcaínos, que en los tiempos modernos continúan la trayectoria marcada por sus mayores laborando en pro de la industria de Vizcaya, que es lo mismo que decir industria nacional.



Publicado en 1951 en la revista METALÚRGIA Y ELECTRICIDAD.

Obra original perteneciente a los fondos bibliográficos de la Fundación Sancho el Sabio Fundazioa. (Vitoria-Gazteiz).

http://hdl.handle.net/10357/8536



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